Nadie más está en tu piel ni en tu cuerpa, ni en tus pensamientos ni en tus ideas, las preguntas que nos hacemos son de una hacia una misma, no hay un juzgado feminista afuera, no hay una feminista atenta a lo que piensas y sientes, es más, yo te aseguraría que quien te observa son los hombres en sus diferentes instituciones, las preguntas solo tú sabrás cuándo hacerlas y cuáles, a mí se me ocurren miles, pero algunas no tienen sentido para ti, quizá ninguna: ¿Por qué pienso que esto es mi deseo personal? ¿Por qué creo que estar con él va a ser mi vida por siempre? ¿Por qué cuando cierro los ojos e imagino otro mundo vuelvo a mirar relaciones heterosexuales? ¿Por qué creo que nada de lo que dice una mujer racializada vale con respecto a una mujer blanca? ¿A quién admiro? ¿Reconozco las resistencias que me enseñó mi abuela, mi madre, mis hermanas, mis amigas, las vecinas, las compañeras? ¿Me reconozco en ellas? ¿Las admiro? ¿Reconozco el color de mi piel y la forma de mi panza? ¿Sé dónde están mis pies hoy? ¿Conozco la tierra de mujeres donde me abro paso? ¿O creo que todo lo que sé lo aprendí de las ilustradas? ¿Reconozco mi ginealogía? ¿Sé cuál es la historia de mi clítoris? ¿Aún no lo hago, por qué? ¿De dónde provengo? ¿A poco creí que me parí sola? Dentro de estas preguntas solo tú sabrás cuándo hacerlas, cuáles hacerlas, cuáles no, cuáles faltan, nadie más está adentro de tu piel ni en tu cuerpa, la cosa es no dejar de preguntar, ya tú sabrás qué te preguntas, cuándo lo haces y qué es lo que resulta de ahí, pero lo podemos compartir, ¡eso sí! nutrirnos las unas a las otras, mirarnos a los ojos, imaginar juntas, hablarnos con amorcita, intercambiar sentires e ideas, volvernos a preguntar, volvernos a juntar, volver a imaginar.