Ese señor no es bienvenido

Entre recuerdos sé que mi padre decía a Estrella, mi madre, que cuando volvíamos de ver a Amelia, mi abuela, mi madre regresaba más altiva. A casa de la abuela mi padre no podía entrar, Amelia lo aborrecía por haberse llevado a su hija. Generalmente ninguno de los esposos de mis tías podían entrar a la casa, excepto si había un funeral. Cuando mi padre entraba mi abuela lo ignoraba, le hablaba tres palabras y se iba lejos de ese espacio, como si estuviera contaminado. Así pasaba con los demás señores, yo sentía feo que hiciera eso, era una niña en el patriarcado, pero entendía que ella y nosotrAs éramos un equipo, pero mi papá era un ente ajeno, extraño, que no era parte de nosotrAs, incluso recuerdo haber sentido eso con mi abuelo, del que mi abuela se divorció a una edad muy temprana para mí que ni la recuerdo con él, a él también yo lo sentía ajeno a nosotrAs. Imagino que la abuela no solo aborrecía a mi padre por haberse llevado a Estrella, sino porque mi madre era una recién casada que debió contar a su madre de las opresiones del matrimonio, aún con un esposo de su misma edad, y a su manera, no sé, mi madre dice que ya no recuerda muchas cosas. Pero yo sí recuerdo que Amelia le decía a Estrella que nadie más sabía hacer el arroz como ella, ni nadie más tenía esa sonrisa ni le quedaba tan bien esa blusa, le contaba de sus días, se reían de la información común, se enojaban a ratos, la abuela prendía su anafre y mis tías escuchaban el chismerío que Amelia y Estrella armaban frente a todas, mientras echaban memelas al comal. Yo creo que cuando volvíamos de su casa sí regresábamos más como Amelia, que en su territorio, los esposos de sus hijas no fueron bienvenidos, como al tipo ese, al marido de una tía, que lo corrieron a pedradas entre todas una vez que quiso entrar a lastimarla. ¡Y todavía hay quienes creen que el separatismo no es nuestro!

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