Nuestro cuerpo despojado, nuestra cuerpa recuperada

Nuestros órganos están desperdigados en manos de hombres, pero no los dimos de manera voluntaria, nos los arrebataron.

Allá nuestras piernas, allá nuestros brazos, allá nuestra vulva, allá nuestra vagina quebrada en pedacitos, allá nuestro corazón hecho añicos, allá nuestros muslos desgastados que soportan y mantienen a la humanidad, allá nuestro cabello, allá nuestra piel, allá nuestro útero despreciado tanto que hasta nosotras nos odiamos.

Nuestros órganos no están enteros en nuestra cuerpa, apenas quedan rastros que logramos defender o que las ancestras defendieron para que no nos los quitaran.

Se requiere empezar a armarse, a coserse lo descosido, se requiere arrebatar esas piezas, nuestros órganos, a los feminicidas para andar.

Se necesita que nos amemos poco a poco, para no terminar diciendo que «una por más que intenta, la verdad es que le gustan los hombres», para no terminar diciendo que «haga lo que haga, la verdad es que nací orientada a ellos», eso no somos, es fácil repetirlo porque fuimos adiestradas, es fácil convencernos porque esa es la obligación y una obligación autoconvencida no duele tantísimo aunque duela tanto, pero convencernos es lo más peligroso también, porque seguimos subsumidas, atrapadas, exprimidas.

Nos tenemos que recuperar y forzosamente pasa por enfrentar a los hombres, arrancarles de sus manos lo que nos pertenece: nuestra cuerpa, nosotras mismas.

Continuamente me dicen compañeras que hay hombres que les gustan a pesar de todo, que son responsables, guapos, críticos, etcétera, yo les digo: ¿ves ese resplandor de ellos? ¿eso que te gusta? ¿ese tiempo que tienen de lectura? ¿esa fuerza que desarrollan en sus brazos? ¿su despreocupación por la vida? ¿la ligereza con la que andan? Es la succión que hacen de las mujeres alrededor, los órganos de los que chupan para seguir viviendo, porque sin esa succión, sin ese parasitismo, ya estarían hace miles de años extintos.

¿Qué te gustan cuando te gustan los hombres? ¿Lo mucho que han esclavizado a mujeres desde que eran niños? ¿Te gusta el brillo que resulta de que absorban tiempo, vida, cuerpa, energía, trabajo de otras mujeres? ¿Es eso lo que te gusta? ¿En serio? Claro que eso no te gusta, te gusta pensar que son tus iguales, pero ellos viven a costa tuya, a costa de tu miedo, a costa de tu esclavitud, a costa de esa ilusión que pones en la mirada cuando los miras oprimir a otras tan naturalmente. Ellos viven a costa del trabajo que succionaron de decenas y decenas de mujeres desde nacer, y aunque te hagas la que no entiendes, sí lo sabes, sabes todo el trabajo que le hicieron las mujeres alrededor, obligadas y convencidas como tú a que era «amor».

¿Cómo llegaste a afirmar que pase lo que pase tu vida es a su lado, quiero decir, a su servicio?

Compañera, alesbiánate, que nadie te diga que no se puede. Alesbiánate y deja de decir que nunca has sentido nada por otra mujer porque si tienes amigas, ya has sabido lo que es enamorarse de otra compañera. Alesbiánate porque es posible soñar otra munda donde tengamos las cuerpas enteras y felices, porque es posible amar a aquellas que como nosotras, tienen la misma cuerpa, los mismos olores y sabores, pero no solo posible, ¡es lo más maravilloso!

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