Harta de hombres transfemeninos

Otra vez estamos en un pico muy alto de institucionalización del feminismo. Los hombres transfemeninos no desaprovechan y convocan sus círculos «feministas» para las más incautas que terminan atendiendo a esos señores con vestido, no se sorprendan que las viejas mesas donde décadas nos costó que hubiera mujeres, este marzo esté lleno de señores con tacones.

Las institucionales «lamentan la violencia» contra las mujeres mientras venden a las mujeres más empobrecidas en «contratos» por alquiler de úteros, por ejemplo, las GIRE.

Los políticos y empresarios se montan en la movilización para atacarse en su vieja conocida carrera por el falo más grande mientras coinciden, sin lugar a dudas, en despedazar nuestros cuerpos de mujeres para acumular riqueza.

Los señores de las universidades atienden las demandas de ciertas facultades, las más rentables para el neoliberalismo, mientras que a las de siempre, humanidades y sociales, prefiere mandarlas al asador, ya mañana se inventarán un pretexto para usar la lucha legítima de las estudiantas.

Lo cuir es un virus que está en las protestas, las mujeres se movilizan por su vida, pero arropan señores con maquillaje, confundidas en «no binarios» y «no géneros», incluso tan confundidas que aún defienden trata de mujeres como «empoderamiento».

Entre tanta confusión hay mujeres que observan, las que gritan, pero se detienen a ratos, las que no desbordan porque si te desbordas terminas trabajando para quién sabe quien, las que abrazan a sus amigas, las que esperan, las que no rechazan dialogar, las que se ponen en duda, las que aguardan a mirar el terreno, las que advierten a sus compañeras que nos están emboscando. Y yo pienso que está bien, que salgan las que quieran salir, que adviertan las que deban advertir, pero no paremos de hablar entre nosotras, si paramos de realizar crítica, mañana lo que tenemos es una patraña patriarcal, alguna basura como un «partido feminista», legisladoras vestidas de morado, empresas regalando licuadoras cada feminicidio y señores con vestido explicándonos qué son las mujeres en las mesas que históricamente costó décadas que hubiera mujeres.

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