Tengo una amiga llamada J que es como yo. No en todo, eso es obvio, en algo en que las dos adolecemos. Cuando éramos jóvenas, un tipo que en esos años era amigo de ambas, porque así como me ven una también fue heterosexual, nos contó una serie de aventuras inusitadas donde él había atravesado las peores calamidades y nosotras le creímos, no un día, no dos semanas, casi dos años, hasta que lo citamos para correrlo de nuestro equipo, el día en que notamos que sus cuentitos eran para que nosotras lo siguiéramos manteniendo de parásito. Con el tiempo nos fue pasando con más, ojalá ahí se hubiera detenido eso, pero una aprende lento, ahora con mujeres, creímos cuentos de compañeras con historias similares, pero multiplicadas por mil, porque ser mujer es una opresión innegable, sin embargo, no es cierta una telenovela donde el final es que la otra te convence de escucharle, atenderle, cuidarle y hasta te hace sentir culpable por ser tú, por tener tu propio trabajo, por ser independiente, por querer tu tiempo sola, porque eso se llama manipulación y una que es toda seria y formal, ¿cómo va a caer en eso, no? ¡jamás! eso es para gente débil, no para una que es seria y formal, pero no, una comprueba que no es así, cuando estás frente a alguiena que te convence de que debes atenderla y te hace sentir culpable por ser feliz, está ocurriendo la manipulación, suelen ser muy ligeritas en sus formas, te culpa bajita la mano de cosas que son de su historia o te exige atención como un deber y ¡ahí de ti si no lo cumples! que viene el reproche donde solo sentirás culpa por haber nacido. Mi amiga que es mi espejo, y yo que soy su espejo, ya llegamos a ciertas conclusiones a través de los años, pero nos ha costado, tampoco creo que tengamos inmunidad. Decía otra compañera, S, que nuestras fortalezas son también nuestras debilidades, es decir, es una fortaleza querer compartir y ayudar a otras, pero es también una debilidad si creemos cuentos ajenos a punto de la manipulación, pero ahí medio la llevamos, que los años no pasan en vano. El otro día J le dio un consejo a otra de nuestras amigas y me sacudió toda, le dijo con respecto a otra compañera a la que se le da la manipulación: «Yo que tú me alejaba ya» y la verdad nunca la había escuchado decirlo así de simple, breve, contundente, me sentí orgullosa de ella y de mí, porque sé que fue un camino largo, pero también lo tomé a modo de recordatorio. Por supuesto que nuestra amiga no le creyó porque una no experimenta en cabeza ajena.