Madre favorita

Estrella, una chava de diecinueve años, me parió, me enseñó lo todo que sabía de la vida, crecimos juntas, me alejé de adolescente de ella para volver con los años, ella fue mi retorno a la lesbiandad. Ahorita tiene cincuenta y uno, es una mujer que vi cambiar frente a mis ojos. La vi jovencita y flacuchita, celosa y heterosexual, dependiente y llorosa, para pasarla a ver convertida en una osa, fuerte, autónoma, alegre y gloriosa. Ella solía decirme a secretitos que yo era su hija favorita, luego me enteré que yo era “la favorita”, la mediana era la “hija perfecta” y la más chica era “la mejor hija del mundo”. Bueno, nadie me quita que soy la favorita de las tres. Mamá, pero yo llevo más años queriéndote que ellas, no lo olvides. Conocí el cuerpo de mi madre en el olor de su piel, de su vulva, de su sudor, de su boca en los primeros pasos de mi vida, aún creo que mi vulva huele como su vulva, que su piel huele como mi piel y que si uso sus palabras me vuelvo más ella. Como estar “chichicona”, como el olor “choquiatudo”, como estar de “visionuda”. Mamá, siempre te pongo de ejemplo en los cursos. ¿Qué estamos locas o qué? Pues sí, les cuento que tú dices que no tienes amigas, pero que todas las vecinas te aman y tú las amas. Qué locura dices. Pues sí. O que estás enamorada de la señora X. ¡Qué andas diciendo de mí, qué no ves que te leen las vecinas, ya no van a querer venir a comprar! Pero eso sí, la Señora X ya quiero que venga, que cada vez que volvía del trabajo me traía un molito que hacía en el restaurante (donde es cocinera) pero delicioso, la extraño un montón. Ay, mamá, eso es súper lésbico. Ya vas a empezar. Pues sí.

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