Las mujeres estamos fragmentadas en mente/cuerpo según el capitalismo, como si fuesen dos cosas ajenas conviviendo en el mismo lugar, la meta es desposeernos de nosotras y ser una máquina, máquina al servicio de ellos que piensa y siente de manera contradictoria, ajena, fragmentada y rota porque una cosa es lo que pienso y otra lo que siento ¿no? y mientras nos sabemos divididas, aguantamos jornadas imposibles, porque pienso que debo hacerlo y siento que no puedo más, pero gana la mente, según lo establecido, y porque sabemos del castigo si no lo cumplimos, un castigo que implica no tener qué comer, ¡pobre cuerpecita, ignorada y violentada todo el tiempo!
A pesar de esto, nosotras nos vamos hilvanando con ancestralidad, feminismo, amor entre mujeres, tiempo, plantas, descanso, magia, humeante comida, placer lésbico, lo que encontremos, así descubrimos que no son cosas distintas (mente/cuerpo) sino cuerpa viva que se entreteje siendo lo mismo, es decir, no somos una máquina y no nacimos para servir.
Cuando comenzamos a cosernos, los hilos son frágiles, y peor aún, conforme lo vamos consiguiendo, nos los van rompiendo porque estamos vigiladas por los hombres, eso sí, somos más listas que ellos, pero no es fácil tomar la aguja indolora y cosernos con estos hilos invisibles llenos de amor y paciencia con una misma.
Las mujeres suelen afirmar que es cierta la violencia feminicida que ejercen los hombres, ¿cómo negarla si todos los días se comprueba que ellos explotan y exterminan mujeres?, parece que lo tenemos bien entendido, parece que lo sabemos, hasta salimos a protestar, pero en realidad esto permanece en el plano mental si bien va, o al menos, casi siempre, porque falta hilvanar esa afirmación con la cuerpa nuestra, en la cuerpa viva.
Por ejemplo, luego de que una mujer puede mirar al sistema feminicida con ese entendimiento de saberlos a ellos como opresores, ocurre algo terrible, como si se quebrara un puente para aterrizarlo en la vida cotidiana, la rotura de hilos, le digo yo.
La misma mujer que acaba de afirmar que el sistema en que vivimos contiene hombres feminicidas (todos), dirá algo que no concuerda con ese entendimiento, ¿saben qué dirá? dirá que estar con hombres es una cuestión de sabor de helados, de gustos musicales, de atuendo de ropa.
¿Cómo es posible? Es la misma mujer que nos describió la sociedad patriarcal, pero ahora no alcanza a mirar que estar con hombres no es una «decisión» y lo está reduciendo a los sabores de una heladería. Es que falta hilvanarnos, hay una rotura de los hilos invisibles. Estamos fragmentadas por el capitalismo, ella lo ha entendido en un plano mental abstracto de ideas, a modo masculino, pero no encuentra la relación con su vida personal y cotidiana, la rotura de hilos está ahí. Por eso, concluirá que hay hombres buenos y mujeres malas y que cada quién sus gustos y su sexualidad.
¿Lo han escuchado? Mujeres que pueden mirar el sistema, pero que luego parece que al hablar de la heterosexualidad, hablan de sabores, colores, atuendos de ropa, tipos de comida. No quiero decir que estén condenadas a no cuestionarse, quiero decir con esto que todas tenemos una rotura de hilos, un puente quebrado para aterrizar lo que parece que bien hemos entendido, pero que en realidad no, pero sobre todo, hablo de que siempre es más fácil mirarlo en la vida ajena.