Estoy muy preocupada, amigas, cada vez siento bien cerca las consecuencias del radfem agringado y eurocentrado que no nos ayuda en nada. Primero debo decirles que el radfem es una neocolonización que andamos viviendo acá en la Abya Yala, según yo he rastreado, se puso intenso (aún más que siempre) recientemente, al menos desde 2015 cuando las mujeres blancas jóvenes empezaron a posicionarse contra la hegemonía trans (aunque ya lo habían hecho autoras radicales en los setentas y fueron ignoradas ¡y siguen siendo ignoradas!). Hasta ahí todo “bien”, ya se habían tardado, pero acá, nosotras venimos de varias apuestas de mujeres desde abajo y ya nosotras lo habíamos denunciado décadas atrás.
Venimos de historias atravesadas por el racismo, el colonialismo, la precarización y la explotación económica. Durante siglos las mujeres de estos lados han luchado contra la violencia estructural siendo mujeres racializadas y empobrecidas, desde nuestra historia, desde la explotación en el campo y las fábricas, desde la explotación en el hogar de familias ricas (y las propias por parte de los hombres). Mis dos abuelas –Amelia y Leonor– lavaron pisos y ropa de familias adineradas, también trabajaron en el campo y fueron obligadas a parir más de una decena de hijos e hijas, seguramente sus abuelas, de ustedas que me leen, también. La teorización es práctica cotidiana y ellas supieron que no solo se enfrentaban a la violencia de ser mujeres sino por ser mujeres racializadas morenas indígenas y además al despojo y explotación capitalista que las llevó a una vida de empobrecimiento. ¿Quienes son los autores de esto? Hombres, hombres coludidos, hombres ricos y blancos en alianza con el hombre local moreno y empobrecido, trabajan en equipo. Esos análisis son nuestros, de las mujeres (negras, indígenas, chicanas, etcétera), por eso empezamos a hablar de feminismos en plural, para marcar distancia de aquellas que cobijadas en raza y clase, no hablaron de la violencia completa en el sistema patriarcal.
Pero el sistema patriarcal que lo absorbe todo, usó ese análisis sexo-raza-clase, para cobijar hombres, es verdad, lo volvió “interseccionalidad” que aunque fue un término de una abogada afroestadounidense (Kimberlee Crenshaw), a quien, dicho sea de paso, no se le ocurrió el análisis solita, pues durante décadas teorizaron mujeres desde el feminismo negro, entre otras; lo cierto es que ya para hoy es el piso con el que justifican la adoración a hombres, ¡justificado a nivel académico e institucional! Pero ojo aquí, no es que el análisis sexo-raza-clase les pertenezca a ellos, y mucho menos que forzosamente deba derivar en adoración a hombres como nos hacen creer.
Si una analiza cómo está constituida la maquinaria patriarcal, primero se dará cuenta que el primer sistema de opresión fue el de hombres sobre mujeres. A continuación, la maquinaria fue reforzada con la colonización –con su categoría raza– y en el gran marco que es el capitalismo, no hay forma de no ver que quienes cargan todo el mundo son las mujeres, obviamente me refiero por mujeres a aquellas que nacimos con esta cuerpa sexuada de mujer, peeeeeeeeero no todas las mujeres cargan al planeta, lo hacen las mujeres racializadas y empobrecidas, las mujeres de estos territorios, nosotras entre ellas, aunque seguramente cobijadas muy por arriba –según las jerarquías instaladas– de miles de mujeres que ahora mismo buscan qué comer el día de hoy. Somos mujeres todo junto con pegado, con el análisis antirracista y anticapitalista, no hay forma de no serlo.
Últimamente me han dicho varias compañeras que el feminismo es solo de la mujeres, «sin lucha anticapitalista y antirracista, que son cosas distintas», ¿cómo? les pregunto, ¿tu compañera es Paris Hilton, entonces? «Es que una cosa es la lucha de los territorios y otra cosa es la lucha feminista», ok, asumiendo eso, ¿dónde se supone que vivimos? ¿flotamos en el espacio? Claro que hay una crítica fuerte, aguda e innegable ante eso, que me señalan mis interlocutoras, hoy la lucha por los territorios es mixta y comandada por hombres, eso significa que nomás andamos sirviéndoles a ellos, cierto, cierto, ¡tienen la razón!, les contesto; pero no significa que vaya separado de nuestros sueños o práctica; y sobre todo, asumir que la lucha también es antirracista y anticapitalista no significa de ninguna forma colaborar con ellos, no nos asustemos ni confundamos, seguimos siendo separatistas, como nos enseñaron nuestras ancestras para vivir, esa esa es nuestra ginealogía, sabemos que ellos son el enemigo, no vamos a convivir con violadores ni feminicidas, sabemos que todos están coludidos entre ellos, con ellos nada. Pero el radfem, ese agringado que está en todos los memes, dice que somos mujeres así solitas en seco, ¿sin tierra, ni agua ni aire? ¿sin historia del despojo colonial? ¿sin la historia de las mujeres ancestras? ¿sin mirarnos unas a la otras a la cara? ¿sin conocer las resistencias locales de las mujeres? ¿sin rumbo ni memoria?
Por eso siempre lo digo y lo vuelvo a repetir, yo radfem no soy, lesbofeminista sí.