La antifeminista que surgió después del feminismo

Cuento una especie de leyenda en talleres, es la leyenda de la antifeminista que resulta de los talleres feministas. Ya todas sabemos que fuimos anti-feministas antes de ser feministas, pero cómo es posible que haya anti-feministas después del feminismo.

¿Cómo? ¿Qué? ¿Cómo es posible?

Sí, ha ocurrido contadas veces, pero no por eso hay que ignorar el fenómeno.

La antifeminista fue:
1. La compañera que tuvo reflexiones feministas potentes, como todas, pero que se exigió ir más rápido de lo que su vida podía soportar. Hoy supo que había un régimen de la heterosexualidad, mañana -literalmente mañana- quiere abandonar su vida presente. Aguanta, amiga, esto es a pasitos, debe incomodar, puede doler, pero no doler tantísimo, si duele tantísimo es que vas más rápido de lo que requieres, puedes. No es que no vayas a poder, es que estás en un ritmo ajeno a tu cuerpa.
Ella al haberse exigido más de lo que podía es como quien empieza a correr, sin entrenamiento, y se da cuenta que no puede correr miles de kilómetros como las corredoras, mejor regresa a no querer correr nunca más.

2. La compañera racional que puede entender, comprender y aprender la teoría feminista, pero no le queda claro cómo es eso de que se aplica en su vida, si ella en la academia, trabajo o estudio nunca ha requerido eso, es más, aplicarlo en su vida se ve como “subjetividad”. Ella puede hacer mapeos mentales de las corrientes feministas, habla con mucha elegancia, pero mira con desprecio a las que no son de su clase social, te mide por grados académicos, observa que estás medio pasadita de peso y te quiere ofrecer alguna dieta, da manotazos al aire cuando nadie la escucha, corrige tu ortografía y tu pronunciación, su característica peligrosa es que se seguirá nombrando feminista aunque su práctica sea antifeminista claramente. Por lo general ocupa un lugar en alguna institución del poder masculino.

3. La compañera con inclinación a ser “la inspectora”, ella vino a revisar punto por punto la vida de las demás, ya vio que el otro día te comiste un pedazo de jamón, que tus tenis son de una marca china, que una se pintó el cabello, y que hablas contra la pareja pero tienes una novia. No es que te vaya a decir algo, no no, es más bien silenciosa, ella con eso se va a convencer de que todo es una farsa, nada sirve, era mejor en sus grupos mixtos donde al menos sabe que son machos feminicidas; aquí, en cambio, estas mujeres hablan del patriarcado y el capitalismo, pero mira, trae un celular, la otra se pintó el cabello, ella tiene novia, y la otra se comió un pedazo de jamón. Se acurruca con sus amigos hombres a contarles todo lo que vio y a burlarse de ellas. Lo que pasa es que es más fácil ser la inspectora que atreverse a cambiar la vida propia, para compartir los andares con las demás, con todo y las incongruencias.

Al final no es la culpa de ellas, bueno, un poco sí su decisión, pero estamos en un patriarcado que te presiona de distintas formas para abandonar el feminismo, ellas solo son el síntoma, les cuento de ellas porque si no estamos conscientes de las formas como nos reabsorben, no podremos defendernos ni resistir. Tomen su tiempo, sí duele, sí incomoda, pero no tantísimo que el dolor sea superior a la alegría, es de sorbitos, poco a poco, como la frase esa de vamos lentas, porque vamos lejos lejos lejos. Aquí no es que seamos lentas, digamos que cada una según sus posibilidades.

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