Entrevista para cambiar mi vida I

Me pregunta la joven psicóloga en la entrevista para tal trámite si recuerdo mi primer día de la escuela. ¿Del kinder?, indago, porque siempre me he acordado del primer día del kinder, de las llantas incrustadas en la tierra, de mi papá dejándome a la puerta, de la maestra Eva enseñándome la escuela y del sol temprano y caliente a esa hora en Tehuacán. No, me aclara amable la psicóloga joven, antes de que comience a hablar: De tu primaria. Déjame ver, comienzo a explorar temiendo no encontrar nada, claro, le contesto, había un estrecho callejón para llegar a la primaria, había sido un convento, nos gustaba mucho esa casita, recuerdo el primer día en el salón grande donde habían juntado primero y segundo de primaria, era muy rara la sensación de enterarme que iba a estar junto al segundo de primaria, pero así se acostumbraba, como éramos pocas alumnas y alumnos… ¿Y amigas tenías en esos primeros años? Sí. ¿Y cómo se llamaban? me avienta como si fuera común recordarlas de pronto. Le digo, creo… claro que sí, mis mejores amigas fueron Stephanie Santos, Daniela Villareal y Naye Sánchez, también estaba Adriana Perello y Alejandra, no recuerdo su apellido. Como era una escuela pequeña y particular, pero de esas que pagas una baja colegiatura, los salones eran chicos y era imposible no conocernos bien. Nos juntábamos Stephanie, Naye y Daniela en el recreo. Por aquellos años alguna puso de moda llevar a la escuela, en lugar de mochila de colores, portafolio de viejito. ¡Todas llevábamos portafolios de viejito! El mío era color vino, me encantaba, mi mamá quería que yo usara mochila normal, pero un día hablando con las mamás de las otras niñas, aceptaron que era la moda ahí entre nosotras y que la respetarían. ¿Algún otro recuerdo bonito con tus amigas que quieras contarme? También hubo pijamadas en la escuela, nos íbamos a dormir al salón y las maestras nos cuidaban, había un patio que sentíamos era un bosque y se hacía una fogata. Qué belleza irnos a quedar entre nosotras con las maestras, vuelvo a la realidad. La joven psicóloga salta a otra pregunta de otro tiempo, pero yo me quedo con ganas de contarle de la vez que la mamá de Alejandra nos invitó a su casa a comer pozole a todas, por ahí del segundo de primaria, de cómo Adriana vació de mucho orégano su plato y se lo comió aún así porque no quiso aceptar frente a las mamás y amigas que había sido un pequeñito desliz, aunque todo mundo le ofreció cambiar el plato. De cómo Alejandra usaba esas trencitas a las que les ponían accesorios de colores y que mamá nunca me quiso poner porque era mucho trabajo, así que yo admiraba tanto a Alejandra al caminar, también a su hermana mayor que usaba el mismo peinado. O de cómo en los recreos, todas juntábamos el polvito de azúcar picosito de nuestras paletas para hacer un volcán, sobre una servilleta, y luego mientras platicábamos, metíamos una y otra vez nuestras paletas ahí. También me acuerdo de Brisa, yo quería ir a su casa porque había columpios en su unidad habitacional y por fin pude ir el día que hizo su fiesta de cumpleaños 8 y comimos demasiado pastel, ya para entonces la moda era usar cabello a la altura del mentón y todas andábamos corriendo con la misma cabeza por aquí y por allá. ¡Y yo que creía que no me iba a acordar de nada!

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