El tren de la muerte

Que no hay nada qué hacer, que toda niña será entregada a un hombre, al sistema, a la fábrica, por eso no queda más que hacer «huelga de úteros». Que si en este momento hubiera un ataque de guerra, nos iríamos a un acantilado a suicidarnos porque no hay nada que podamos hacer para detener las violaciones y feminicidios cometidos por hombres. Que si por sí vendrán por todas, mejor ponerle precio a nuestra violación. Que no hay nada más que aceptar parirle bebés a las familias ricas y llamarle libertad. Que si ellos quieren ser nosotras, que nos quiten los nombres de nuestras abuelas y la historia de nuestras luchas.
Y no estoy de acuerdo.
Me cansa el tren de la muerte.
Aborrezco los finales masculinos.
Cada niña que vuelva a nacer, será libre de los hombres, del sistema y de la fábrica, no hay huelga si no hay patrón y yo no tengo patrón. Si en este momento hubiera un ataque de guerra, nos reuniríamos entre mujeres con todas las armas por inventarse, dispuestas a acabarlos. Si se atreven a venir por nosotras, pondremos precio a sus cabezas y jugaremos con quién le atina antes. No vamos a aceptar parir a nadie que no sea nosotras. Y el nombre de mi abuela es de las mujeres y acá se queda.

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