El orden de la árbola

Si pudiéramos dibujar la árbola de la que procedemos, la mujer que nos parió y crió va antes que nosotras, justo «arriba» en el dibujo, sí va ahí, arriba de ti, sabes lo que sabes gracias a ella, incluso con su violencia machista, no eres hija de ningún hombre, en la árbola no hay hombres.
Nosotras en tanto mujeres nacidas de ellas, vamos después o «abajo» en el dibujo. Se siente rara esa acomodación de primeras porque el patriarcado rompió el orden materno, «pero ella qué sabe», «ella no es nadie», «ella era más machista que mi papá», pero sí vas ahí, vas después de ella, abajo de ella, una vez que nos acomodamos en esa línea podemos dialogar entre nosotras, antes no.
Claro, no pretendemos llegar ahí, a ese lugar del dibujo de la árbola, por medio del dictamen religioso patriarcal de mirar a la mujer que nos parió y crió como santa de uso dadora de vida, «nuestra madrecita santa», no lo es, es una mujer con su misoginia y la correspondiente rebeldía a esta, pero sí te precede, sí te enseñó a existir, sea esta la mujer que nos parió o quien nos crió (abuelas, tías, hermanas, madres adoptivas, etcétera), sí va antes que tú, hay un orden lógico de existencia, no te pariste sola, no quiere decir esto que hay que omitir la violencia que hizo, no quiere decir soportar aún violencia, no y no, ya cada quién sabrá lo que ha vivido, solo es mirar la árbola y en la árbola, en ese sitio va la hija o las hijas, en ese sitio vamos, no arriba, justo abajo.
Cuando una está en ese lado de la árbola siendo hija, la hija de su madre, de una mujer que no es mi «madrecita santa» sino otra como yo, aprende a acompañar a la que va arriba, pero no es que vaya arriba como jefa señora patrona, va arriba siendo simplemente otra mujer, está ocupando ese lugar siendo otra como yo.
Hagan de cuenta, es como si en una actividad teatral que no queríamos hacer, nos hubiéramos puesto de acuerdo todas en una equipa de mujeres (madre, abuela, hijas) para ver a quién le toca salir antes al escenario, pero nadie quiere, nos rehusamos, entonces ponemos nuestros nombres en papelitos y hacemos una rifa, sale el de ella, ella va, saldrá primero, pero tampoco quiere como ninguna queremos, pero le tocó a ella, no estaba preparada, solo le tocó ir antes, la vida la puso arriba, una vez que lo entiendo, la acompaño en su rol de allá arriba siendo otra como yo, acomodándome abajo, es que al final ya pasó al escenario, al final ya le tocó ser mi madre, pero es otra mujer.
Anoche dialogábamos esto en un grupo sobre cuestionamiento al amor, entre tanto y tanto, es como si se sintiera a «madurar», les contaba, «a madurar» según lo que dice el patriarcado, que le llaman madurar a obedecer hombres, a veces a mujeres, pero siempre a hombres, pero no es a eso a lo que estamos llegando. Cuando te acomodas abajo, estoy entendiendo que pude ser yo la que le tocaba ir antes al escenario, pero fue ella, entonces siendo otra como yo, con otras posibilidades y en su propio contexto, hizo lo que hizo en el escenario, cada una somos distintas, la acompaño, me acomodo abajo siendo otra como la de arriba. La miro siendo finalmente otra mujer y respetando el orden de existencia que hay entre nosotras, entonces aprendemos a comunicarnos.

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