Estoy segura que en algunos años, las muchachas mirarán con horror las plastas de maquillaje, accesorios, tacones y ropa incómoda que obligaban a llevar a las mujeres actualmente. Habrá centros de memoria donde se desglosarán las sustancias tóxicas de las empresas de cosméticos y su implicación para la salud física y emocional de las mujeres en el pasado, a otras especies y al planeta. Pienso mientras veo los horrorosos y misóginos carteles publicitarios de Bissú: «No importa cómo, se llega hermosa», reza un anuncio en la espera del metro, es una caricatura de explotación y opresión en un país feminicida. Ayer también mientras esperábamos en fila las mujeres, aparecía en la televisión del andén que Plácido Domingo es por fin señalado por acoso y abuso sexual por cerca de una decena de mujeres. Ví los rostros de todas prestar atención horrorizadas, me detuve largos segundos porque no había visto el horror de tantos rostros por una violencia a estas alturas cotidiana, como campos de concentración, con anuncios de maquillaje y televisiones donde se enumeran violaciones y feminicidios perpetrados por hombres, en todo el mundo, sin mayores consecuencias. Aún así, estoy segura que en algunos años, las muchachas recordarán esta terrible pesadilla para no volver aquí nunca más. Tendrán en cambio, largas historias y saberes de nuestras ancestras y nosotras, para no olvidar que una vez hubo una pesadilla de la que logramos huir y retornar a nuestro origen ginocéntrico, al regazo de mamás, abuelas, hijas, hermanas y amigas.
