¿No les ha pasado que alguna compañera les justifica todo lo que hace con su lesbiandad? Que dice cosas como: «es que así somos las lesbianas», es que «las lesbianas somos tímidas», es que «las lesbianas somos calladas», «es que las lesbianas tenemos pocas amigas», «es que las lesbianas somos temerosas», «es que las lesbianas tenemos problemas con disfrutar nuestro cuerpo». A mí me pasó cuando empecé a ser lesbiana y me daban clases (no solicitadas) de lesbiandad, pero afortunadamente eso ya pasó. En todo caso la complejidad de vivirnos lesbianas es la complejidad de entendernos mujeres.
Digo, yo qué sé de la verdadera lesbiandad, aviso, pero lo que les puedo decir es que conozco lesbianas tan extrovertidas que podrían cantar alocadas en medio de un salón atiborrado de gente mientras alborotan su cuerpa bailando sin ningún problema. Conozco a otras tan gritonas que ellas mismas son un sonidero cumbianchero. Conozco a otras que son tan seguras que solo pisan una habitación y sientes que la diosa aterrizó cerca e incluso no necesitan decir pero nada. Conozco a otras que tienen tantas amigas que si fuera el fin del mundo y ella tuviera una especie de arca salvadora, no estoy tan segura de que encontraría boleto para entrar ahí. Conozco lesbianas tan impresionantes que son una fuente inagotable de su propio placer, se dibujan, se fotografían, se comen entre sí y siempre tienen el consejo de probar un loco platillo tradicional que encontraron con la señora de junto, de a lado, a la vuelta, en tal colonia. Conozco lesbianas tan hablantinas que podrían contarte todas sus vidas y tú las escucharías sin parpadear de lo maravillosas que son. Conozco lesbianas tan aventureras que se trepan a sus bicis, motos o autos para atravesar largas distancias en una locura de adrenalina. Otras que son tan fortachonas que buscan marcarse cada vez más los músculos. Otras que son tan perezosas que no caminan más de media hora. Otras que traemos los huesos chuecos y nos suena un cascabel al caminar. Otras que juegan futbol como adolescentas a pesar de su edad. Otras que bailan coreografías coreanas y otras que no bailamos nada. Conozco a las que les gusta arrullar bebas y a las que ni de cerca querrían algo así. Las hay quienes cuidan animalitas del bosque y las que odian hasta a los gatos. Conozco a las que no cocinan un huevo y las que son panaderas gourmet. A las que se enamoran una vez y las que se enamoran mil veces. A las que quieren estar en pareja y las que disfrutan su soledad. Las que suben montañas y las que queremos ver una serie de televisión. Las que tienen melenas largas y las que rapan cada milímetro su cabello. Conozco a las que disfrutan las matemáticas y las que a duras penas recordamos cómo dividir. Están las que ponen rímel en sus pestañas y las que se nos olvida quitar las chinguiñas de los ojos al despertar. Las que apenas escuchan un poco de música mueven sus caderas y las que nos cuesta encontrar dónde está la nuestra…
¿Y saben qué es lo mejor? Que las lesbianas somos muchas cosas a la vez, esa es la complejidad de recuperarnos la vida desde esta cuerpa sexuada de mujeres