Bellas Artes 2014

 

Corría el año 2014, habíamos organizado una batucada en una de las escuelas feministas de Ímpetu, estaba en un espacio formidable que nos prestaban en Tepito, salimos con garrafones de agua vacíos resonando con baquetas, panderos y gritos, por puro gusto, así llegamos ese sábado a Bellas Artes.
Cuando llegamos, por pura coincidencia, estaban ahí Yan María Castro y Karina Vergara Sánchez, no sé por qué ni qué hacían, pero era un evento político, tenían megáfono, estaban contentas de vernos, no nos conocían, pero un grupo de mujeres con batucada parecía que sí sabían a qué iban y fuimos bienvenidas.
Yo entonces tampoco las conocía, si bien es cierto que hacíamos las escuelas feministas con grupos nutridos, por entonces reconozco que teníamos muchos sesgos posmodernos que nos impedían comprender bien a bien dónde estábamos paradas. Así que con todo y que muchas de las egresadas de las escuelitas nos percibieron como radicalas desde entonces, la verdad, confieso, no lo éramos, quizá como sospecha nada más.
Cuando llegamos ahí, mi compañera, una entonces joven lesbiana a la que ya no le hablo, me dijo que no nos acercáramos porque Yan estaba loca, loca de verdad, de remate, loca en serio, que era mejor ni siquiera saludar, era una loca violenta, agresiva, ¡corramos! Yo que la tenía de maestra a esa compañera, le creí y retrocedimos el paso, nuestras compañeras nos preguntaron qué pasaba y explicamos, entonces ellas retrocedieron también, dimos vuelta y nos fuimos a hacer escándalo sin ton ni son por una Alameda sin pandemias.
De lejos miré a Yan y a Karina desdibujarles la sonrisa, pero tampoco se conmocionaron, quizá ellas no lo recuerdan, fue un desaire complicado. Con el tiempo comprendí que una forma como el patriarcado tuvo de callar a Yan fue inventarle la locura y que nos alertaron a las generaciones siguientes a no acercarnos a ella, es decir, mujeres nos susurraron que ella estaba loca, loca peligrosa, y se fue pasando entre las más jóvenes hasta llegar a mí.
Por fortuna, por azar, por destino, por suerte, conocí tiempo después a Karina y ella me presentó a Yan. Yan una mañana, también de sábado, en algún lugar lejos de esta ciudad, me mostró su librero y me comenzó a contar de teoría feminista, como lo ha hecho con decenas de mujeres que han llegado a su sala, yo de ahí seguí pistas hasta encontrar el camino de vuelta, memoricé títulos de libros y emprendí el viaje de buscarlos por mi cuenta para comprender a mi ritmo todo lo que Yan me había tratado de contar.
Así comprendí que cuando les digan que la otra es un monstruo, una loca, una violenta, se vale creer, pero también se vale sospechar si no se tratará de una forma de silenciar la rebeldía. Bueno, yo ahora lo sé, y lo supe no tan tarde, espero que corran con la misma suerte.

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