Cada miércoles tenemos reunión de lesbianas para hablar de nuestras relaciones amorosas, este grupo, a diferencia de otros, tiene más compañeras cuestionándose de forma preventiva, muchas veces los grupos estuvimos conformados por mujeres que de manera posteriori, luego de una ruptura, estábamos haciendo reflexiones, ahora, además de quienes cuestionan la ruptura, hay varias que se comparten en una relación y no quieren repetir errores instalados por el patriarcado: volver a llorar por cuentos que no son nuestros, no comunicar lo que somos y sentimos, perseguir un molde heterosexual. La intención es enorme, cuestionar el pasado, para entender nuestro presente, para no generar expectativas que no se pueden cumplir, no te puedo cumplir un para-siempre, pero sí puedo hacer que mientras estemos juntas, si tú también haces tu parte, sigamos estando bien. Me gusta ser parte de una generación o tiempo o lugar o espacio donde estamos mirando despacito, entre muchas, qué somos, qué esperamos, cómo amamos las lesbianas y cómo podemos seguir amando a otras, de la forma más libre, aún en el patriarcado, que se pueda, de la forma más colaborativa, de la forma más apacible, nutritiva y cercana. Y eso es maravilloso aunque tenga como camino hacerse preguntas incómodas, preguntas que omitimos en otros tiempos, pero que es necesario hacer, diálogos también que se suscitan entre mensajes, llamadas, audios que pudieron ser podcasts. Ayer, por ejemplo, en ese grupo, hablábamos sobre si es posible «rescatarnos» mutuamente, el sentir fue de un lado a otro, puede ser que no, puede ser que empujoncito y nada más, puede ser que estemos confundiendo ayuda y rescate como sinónimos, como sea, nadie más que tú puede hacerse cargo de ti, pero están las amigas cerca para echarnos la mano, contarnos opiniones, acercarnos una taza de té y estás tú, contigo misma, frente al oceáno de responderte las preguntas impostergables sobre qué quieres, qué deseas, qué sueñas, qué es tuyo y no puedes aventárselo a otra, y viceversa, y qué no es tuyo y hay que botarlo al mundo de los hombres, al gran basurero de la cultura patriarcal. Luego de cada miércoles me siento bañada por aguas mágicas de alguna cascada que no he conocido aún, pero que sé que existe en algún lugar de esta tierra.