Cuando la muerte nos visitó muy cerquita comencé a sentirme en una película con escenas establecidas. Aquí acaba esta historia, pero sigue esta otra. A veces me siento así, aquí es donde viajo porque es lo que tiene que pasar. Y aquí decido esto porque eso tiene que pasar. Nada «tiene que» pasar, pero me gusta imaginar que «debo de» hacer esto u otro para que la vida siga fluyendo. Aquí salto, por eso debo saltar. Aquí tomó un respiro. Aquí no sé a dónde ir. Aquí me anido. Aquí tomo una decisión. Aquí me aviento porque esta energía y está esperanza no sé cuánto dure. Aquí, por ejemplo, debo escribir este post insípido porque es lo que toca hacer. Mañana averiguaré qué sigue. Me doy ánimos sobre que esa decisión era la adecuada, aunque lo más seguro es que haya tantas rutas por tomar como imaginación, pero qué duro saber que solo estoy tomando una entre cien, por eso me digo: ¡esto toca hacer! Toca ser esta que soy, en este tiempo, está bien lo que decido y seguiré decidiendo porque sino la película no llega a término.
