Guerra

Noche de domingo. La amora me pinta el peor de los escenarios. La verdad no estaba enterada que eso se andaba diciendo en los pasillos de su trabajo, un mundo muy lejano a mí y a mis cercanas. Quizá es porque las mujeres que estudiamos cosas sociales sabemos que todo está perdido hace tiempo, por eso hay que construirnos otra munda, pero ella no me cree del todo. Está tan seria cuando me habla de sus temores que casi logra convencerme, pero no cedo. ¿Qué haremos si no sabemos artes marciales?, pregunta preocupada. No sé, no creo que pase nada, respondo segurísima como si haber leído de feminismo me hiciera entender cosas que en realidad no sé, pero la convenzo, son chismes, cosas infundadas, no les creas. Cambia de tema y nos pasamos fotos de la sobrinada porque somos unas tías orgullosas, mira, mira, mira, ya creció, se parece, no me digas. Sin embargo, desde que me lo dijo, desde que me pintó su escenario terrible allá en sus pasillos rígidos, pienso y pienso si no seré yo la ingenua.
Espero no tener pesadillas.

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