Beba sentada en el útero

Me puse a gatear por semanas de un lado a otro en mi pequeña sala, sin frutos. Acudí a acupuntura, me llenaron los pies de agujas, los brazos, las muñecas, la frente, no sirvió. Probé la moxibustión, quemaron una hierba cerca de mi dedo meñique de ambos pies, tampoco sirvió. Quisiera decir que intenté de todo, pero me faltó nadar y hacer veinticinco rutinas de youtube. La beba sigue sentada. No ha encajado su cabeza en mi pelvis, no habrá parto natural. Debo confesar que me enojé. Quizá con ella, y me dio culpa, quizá conmigo, estaba emberrinchada. Me contestó una doula que las bebas que están sentadas han perdido las ganas de nacer, rechacé su explicación culpígena. Me dijo otra que las bebas sentadas creen que mamá no tiene espacio en casa, por eso se resisten a salir, así tiré todo lo que faltaba por tirar, salieron cajas y cajas de basura. También intenté hablar con ella para deshacer el pacto hecho al calor de la sala de urgencias, aquella noche que nos prometimos seguir juntas, nada. Dice la ginecóloga que las bebas también deciden cómo nacer y ella no quiere voltearse, está perfectamente sentada en mi útero, su cabeza reposa debajo de mis costillas, apenas la mece de derecha a izquierda cuando me pican los pies en acupuntura. La toco con suavidad aquí afuera y es un cráneo bien hecho, enorme, amenaza con racionalidad. Suplica mi madre que la deje en paz ya, de una vez, que no siga volteándome de cabeza, que detenga mi rutina desesperada de gateo, que cancele las siguientes citas con la doula acupunturista al otro lado de la ciudad, que trate de descansar: Tienes que entender, hija, que las hijas siempre hacen lo que quieren y no lo que una quiere.

Deja una respuesta