Hay una tormenta eléctrica en mis senos antes de sentir cómo comienzan a brotar gotitas tímidas o chorros de regadera, trato de ponerme pequeños pañuelitos, pero se me olvida usarlos y termino batida. Me gusta creer que la tormenta avisa que el estómago de Siwuatl tiene hambre, como si éste fuera una chicharra vieja de escuela y dictara el momento en que hay que producir leche y mi cuerpa forzara su velocidad. Le pregunto a mi madre si a ella también le dolían los senos: «Sí, pican antes de que salga la leche, bueno, mi madre decía ‘No se dice pican, se dice punzan’, lo que sea, pican o punzan'». Me parece maravilloso que en sus clases de cómo criar, o lo que vendría a ser también, clases para maternar, mi madre me hable de ella siendo hija, pasa todo el tiempo en que le pregunto o me explica algo, ella suele decir «mi madre decía..», como si el trono de madre nadie lo ocupara y todas siguiéramos siendo hijas, quizá es así de sencillo, madre e hija siempre fuimos lo mismo, por eso es la relación más esencial de todas.