Hablaremos de la pesadilla que fue el patriarcado alguna vez. De cómo las mujeres eran convencidas de vivir alrededor de hombres, padres, novios, esposos, hermanos, tíos, sobrinos e hijos. De cómo hacían un exceso de trabajo en los hogares y cómo además tenían que salir a sus oficinas y oficios para ser explotadas, y finalmente, recibir menor dinero que los hombres. Del miedo que hubo de andar por las calles por temor a violaciones. De esos hombres que vivían cerca de las mujeres y que cuando querían podían violarlas y asesinarlas. Las muchachas se mirarán consternadas, nos compadecerán, dirán: «es que las abuelas la tuvieron difícil», «es que fueron otros tiempos». Tendrán razón, el reloj del patriarcado habrá parado y andará el tiempo de las mujeres. Las niñas y las muchachas no podrán creer que salimos de una pesadilla, pero agradecerán que hubiera ocurrido, comerán sus cenas entre apapachos y se acostarán a dormir, para mañana hacer cada una lo que mejor sienta en su corazona. Por las mañanas escucharán los cantos de las aves y tomarán su desayuno con serenidad, moviendo sus piecitos entre bailes, paz y mucha alegría, de esa que a ratos se abre en el tiempo actual como un recuerdo del futuro, como un tobogán que conecta entre ayer y hoy, que viene a anunciarnos que esa munda de donde venimos, donde solo existimos nosotras, volverá a ser.
