Primero, en México este año es de elecciones, hay mucho dinero en campañas y mucho más en la promesa de gobernar. Segundo, las movilizaciones de mujeres estaban en su punto álgido previo a la pandemia, incluso hoy aún con medios virtuales sigue cierta difusión de ideas. Tercero, eso resultó jugoso para partidos políticos e instituciones. Cuarto, no era nuevo, desde principios de los noventa, los gobiernos, partidos e instituciones habían infiltrado los movimientos de mujeres por medio de la perspectiva de género. Quinto, hoy siguen infiltrando los grupos feministas. Sexto, no es ningún secreto que ciertas partidistas han llegado a usar mensajes considerados radicales con el fin de hacerse pasar por «activistas» y demostrar su «capital político» a su partido. Yo sé que es increíble porque pensaríamos que solo las liberales queer se llevan el premio de capital político, pero en los últimos años ha crecido el pensamiento radical (aunque sea deformado) y en donde haya gente, los partidos quieren comer. Séptimo, hay evidencia de sobra de muchas mujeres quienes hoy se nombran «radicales», han integrado, militado y hasta posado en distintos partidos políticos en su muy reciente «pasado», y no solo de un partido, ni dos, hay de morena, del pan, del pri, del verde, de lo que les guste hay, ¿casualidad? Octavo, podríamos «pecar» de ingenuidad y creer que son mujeres como cualquiera otra que cambia de rumbo y vida. Noveno, va, está bien, ostentemos ingenuidad y luego no nos sorprendamos de sus candidaturas, de cómo pusimos gente ahí y como inflamos más legitimidad al sistema. Décimo, las quiero mucho, estos días, meses, años, son de cuidado, apostemos y verifiquemos la fuente de lo que difundimos y confiemos en las mujeres con las que compartimos la vida.