No sé qué soy, pero sí sé que desde hace nueve años doy talleres, y apenas desde hace seis años exclusivamente a mujeres. He aprendido algunas cosas de las edades de la Ciudad de México y de cierto contexto socioeconómico con posibilidad de ir a talleres.
-De las niñas aprendí que son las más radicales que no se dejan porque no entienden por qué el mundo no las deja existir; los talleres con niñas me hicieron ver su radicalidad intuitiva, su continuo lesbiano tan potente, su asombrosa capacidad de indignación y rebeldía, pero también los límites de que mamá, hermana o abuela no acompañaran sus reflexiones, la soledad que les espera cuando las mujeres que aman no acompañan sus sentires por miedo.
– De las jóvenas aprendí que ya tienen un poquito más libertad para ser, que articulan muy bien sus argumentos, que son agudas en sus críticas, que son las más fuertes para juntarse entre mujeres y que eso es energía histórica para todas, pero también aprendí que no siempre lograrán salirse porque el contexto las obliga a creer que «no todos los hombres» son feminicidas, es la edad «reproductiva» para el patriarcado, están atadas a dar el beneficio de la duda a las instituciones, a los hombres, al sistema, porque los hombres requieren de ellas que se enamoren, sirvan, tengan hijos o hijas, trabajen en esas instituciones, ellas sueñan -por lo general- con estar ahí adentro, ellas piensan -por lo general- que a ellas no les pasará como a las más adultas.
-De las más adultas, las que han pasado por formar familia, por un divorcio, por una separación, han tenido hijos o hijas, llevan décadas de laborar, han visto decenas de historias de otras mujeres, saben que cualquier hombre es un macho potencial feminicida, que el patriarcado nos oprime a las mujeres, que las instituciones nunca van a ayudar y que es una trampa trabajar por dentro, de ellas casi siempre hay una radicalidad clara y fuerte como la de las más niñas, pero el sistema les absorbió el tiempo, los medios, la cuerpa, así que hoy que quieren, hoy que lo saben, también están más explotadas y hay que seguir trabajando, muchas veces también perdieron la esperanza en sus frases, pero no la pierden porque aún se quejan y eso es saber que este mundo no tiene que seguir así, son por lo general nuestras maestras voluntarias e involuntarias de resistencia.
Cada grupo de edad de estos contextos similares -o no tan tan lejanos al mío- me han hecho ver que a pesar de los límites, las mujeres se siguen saliendo de lo establecido. Sé que acabo de poner todas las limitantes, pero en todas esas edades, repito, de un contexto similar en la Ciudad de México que es donde yo más he trabajado, las mujeres al final tarde o temprano, terminan por salirse de lo que se espera de ellas y eso, verlo, vivirlo en la lejanía, es maravilloso.