Me temo que estamos enfocando demasiada energía a sacar a hombres de los vagones de mujeres o tomándoles fotos de sus masturbaciones en vía pública.
No digo que hay que callar, no se equivoquen, no callemos, denunciemos, saquemos a los tipos, gritemos, denunciemos donde queramos-podamos denunciar, que todo mundo se entere que él y él y todos son violadores, hagámoslo, alertémonos.
Solo que eso no puede ser únicamente nuestra actividad feminista, ni puede acotarse a eso. Porque si nos quedamos girando alrededor de ellos, pues claro que nos vamos a sentir frustradas cada vez que el contexto nos recuerde que somos mujeres, es decir, si cuando sacamos a un tipo las demás apoyan que se quede, si cuando denunciamos a un violador, las demás dicen que no te creen a ti, nos van a deshacer porque lo único que tenemos es la denuncia a lo que hacen, o sea, seguimos centradas en ellos y sus leyes, en su sistema, en su reino.
Lo que nos toca hacer es construir, crear un espacio seguro que nos aísle de la inmundicia a ratos, a ratos, porque no es posible hacer como que los feminicidios no existen, y tampoco es posible negar que traemos misoginia adentro, pero necesitamos el nido, la casa, el hogar, los abrazos, la imaginación, los sueños entre mujeres, para sanarnos, para mirarnos, para rebelarnos, para seguir.
Sé que pensarán que suena a un «juego de té», o que suena a un consuelo, pero no lo es, cuando las mujeres se juntan a crear, ese mantito de la tarde se convierte en un escudo todo terreno que va matando hombres a su alrededor porque las mujeres que se miran como sujetas tienen el poder de exterminarlos incluso solo por omisión.
No te cuido ya-> te mueres -> ya no existes más.
Ustedas no me creen, pero es así.