Los hombres transfemeninos no son mujeres porque carecen de un cuerpo sexuado de mujer, lo que significa que no pertenecen a la historia milenaria de las resistencias de las mujeres; pertenecen a la historia de los hombres con todo lo que eso implica: poder para asesinarnos, legitimidad para abusar de mujeres, capacidad inherente de violar mujeres.
Las mujeres, en cambio, nosotras que tenemos en nuestros cuerpos la sabiduría uterina, el centro del universo en nuestro clítoris, las palabras de todas nuestras ancestras en los labios de nuestra vulva, somos mujeres, una categoría que si bien creó el patriarcado sobre nosotras para oprimirnos, es la que nos hemos estado quitando para rebelarnos, de tal manera que no somos mujeres por sus definiciones, sino por la historia sobre nuestros cuerpos sexuados: la rebelión, resistencia, alegría de sabernos libres y luchar para que las siguientes lo sean.
Somos mujeres por las enseñanzas uterinas entre nosotras, por nuestros abrazos y besos clandestinos, por nuestro olfato amoroso entre nosotras, por nuestros gestos de cariño entre nosotras.
Somos mujeres porque no somos lo que ellos quieren que seamos, porque nuestras cuerpas clitorianas somos nosotras íntegras y plenas, no un utensilio que los hombres usan a desquite o que imitan otros en un fetiche claro y misógino de dibujarnos sumisas para su beneficio, con labial y tacones en clara burla de nuestra existencia.
Nosotras somos nuestras cuerpas y nuestras cuerpas no tuvieron, tienen ni tendrán ningún (asqueroso) pene. Nosotras somos nuestras cuerpas y nuestras cuerpas provienen de la historia de rebelión de las mujeres.