Nuestra capacidad de soñar

Muchas veces cerramos los ojos e imaginamos juntAs. Mientras les cuento un cuento no espero más que el estrés no nos permita concentrarnos, que los ruidos nos vuelvan sobre nosotras, que no podamos sentir más que el salón donde estamos. Pero siempre pasa. Pasa que cerramos los ojos y viajamos juntas. Que hay agua, que se sumergen, que otras vuelan y otras más sienten alegría, también caos, experimentan ser múltiples formas y animalas, corren, se esconden, saltan, bailan, cantan, sonríen y aman. ¿Será que somos muy imaginativas? Puede ser, dicen las más racistas que es porque tenemos un pensamiento mágico, lo afirman de manera despectiva. Sin embargo, últimamente pienso que no estamos solas. Que cuando ellas cierran los ojos, cuando estamos todas reunidas, vienen mujeres de otros tiempos a llevarnos a donde narramos. Ya no soy, quiero pensar, tan irresponsable con la magia que transcurre en una sala llena de mujeres, es tan sublime, tan amplia, tan fuerte, que no se puede permitir más que soñar juntAs, hablar sobre nosotrAs, averiguar cómo experimentar libertad. Seguro en unos años, podré ver cosas que aún hoy apenas empiezo a sentir, pero es muy claro que si estamos todas juntitas, algo nos jala al centro de la tierra y a la profundidad de las estrellas, al mismo tiempo, meciéndonos, no hablo desde la poesía, o sí, un poco también, hablo de que cada vez es más fuerte o me es menos invisible lo que las mujeres juntan hacemos, los mundos que se abren, la vida que nos sembramos entre unas y otras.

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