Me di cuenta con el tiempo que cuando una acepta de vuelta a las personas que nos agredieron, que hablaron mal de nosotras, que permanecieron a lado de quienes nos dañaron o difamaron, no es rebasar nuestros límites hacia la una especie de paz universal mágica trascendental, es más bien todo lo contrario, que hemos terminado de aceptar que sí somos un poco como decían, que sí somos ese cuento despiadado, que sí somos ese reducto de desecho en donde depositaron sus miedos, por eso permitimos que vuelvan, porque caímos en sus redes, porque nos hicieron creer, y lo lograron, que nos merecíamos lo que nos hicieron y eso no es verdad. Yo no puedo permitirme por amor a mí misma, por amor a mis pasos, por amor a todas mis yo del pasado, que vuelvan quienes me lastimaron, yo me permito depurar mis círculos para estar con quienes me quieran, con quienes no convivan con quienes inventan o difaman de mí, yo me permito en cambio estar con quienes compartimos momentos, comida rica y deliciosa, pláticas sinceras con todo lo que eso conlleva, con quienes aprendo, también con quienes reconozco en compañía lo que aún me falta deshacerme acá adentro lleno de patriarcado, con quienes puedo sentir que hay días verdes para nosotras, sol quemante, mucha lluvia y naranjas para devorar.
