El orden de las mujeres

Sé que a veces entramos en conflicto al tararear alguna canción escrita por un hombre. Pensamos que estamos declamando sus ideas, que nos aprendimos sus versos. Sí, es verdad, estamos patriarcalizadas. Pero hay algo que no se nos puede olvidar, esos poemas, esos lienzos, esos versos, esas ideas, esos argumentos, esos libros son robados de una mujer, en específico de las madres de esos sujetos, a ellas les robaron frases y sabiduría, luego lo robaron de las hermanas, a continuación succionaron de las novias y esposas, enseguida robaron los alientos a las hijas, las ideas a las amigas, a sus trabajadoras, a las vecinas, así que lo que escuchas ahí no es de ellos, es una deformación de nosotras, es decir, cuando tarareamos una canción estamos escuchando las ideas robadas de ellas, ya descompuestas, ya reducidas a ideas simples que no fueron las originales. Haz un intento cuando la canción lo amerite e imagina lo que robaron, arma el rompecabezas de la verdadera melodía, de la letra de esa canción, ahí siguen ellas, ellos están cantando un residuo insulso y hediondo, como el gargajo que avientan a la calle, nosotras somos más que eso, queda apenas un recuerdo de la frase original de la abuela, porque como les he dicho desde siempre, los «grandes» clásicos de la filosofía podríamos resumirlos en un refrán que nuestra abuela dijo antes, con menos palabras y mejor, porque de ellas lo robaron, como robaron las letras de las canciones, las melodías, las pinturas, las ideas. Ahora toca que sepas que lo que ellos hacen es basura y que no los necesitamos.

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