Tienen razón, las mujeres no podemos ofrecer el amor que ofrecen los hombres. A veces escucho canciones de amor y muchas veces son escritas por hombres, al principio creía que habían robado las enseñanzas de amor de su madre, una ex esposa, una hermana y las habían convertido un verso plagiado, malformado, deficiente y torpe, pero ahora comienzo a percibir el encanto de los versos, son un teje y maneje para que las mujeres caigan, ofrecen un amor sin precedentes, una locura más allá del amor conocido, te enaltecen como diosa y como esposa, como hija y como amante. ¿Saben? Nosotras no podríamos ofrecer ese amor a otra mujer porque no quiero que caiga, no la quiero en mi red, no la quiero para asesinarla, no la quiero para envolverla y que un día se descubra sin rumbo, exhausta de haberme servido o yo a ella, la quiero porque existe, la quiero porque no soy yo ni es nada mío, la quiero porque no perteneciéndonos nos compartimos tiempo, la vida, el aliento, la quiero en su cielo, con su tierra, con sus animales, con sus jardines, con sus secretos que no preciso entender ni quiero averiguar, la quiero porque su respiración es un aleteo propio que va solo a donde ella quiere, sin mí.