El principio de uno de sus fines

No sé cómo describir la sensación que tengo en estos tiempos de coronavirus. Quizá esta frustración es porque se pone en evidencia los grandes colmillos del sistema patriarcal, o sea: Los señores disponen todo. Si vas al hospital o no. Si hay clases o no. Si hay trabajos o no. Si cae la bolsa o no. Si sube el dólar o no. Si hay vacunas o no. Si los niños y niñas van a la escuela o no. Quizá si yo existiera sin el feminismo, haría un pacto conmigo para autoengañarme y creer que los gobiernos «nos cuidan», que lo hacen por «nuestro bien», que todo esto es para tomar medidas «de salud», que nadie ocupa esto para ningún otro fin porque «les tomó por sorpresa», pero soy una mujer de la mera Abya Yala, lo que ocultan, generan, desencadenan estos eventos se comenzará a vislumbrar meses después y ya habrá tiempo de analizarlo, porque ahora no queda claro, por ahora no sabemos qué hacer, por estos días nos moveremos de aquí para allá según dispongan los hombres en el poder, según lo que dicten, digan, ordenen, administren, despojen, difundan, declaren, manden e impongan. Generalmente tengo la sensación de estar con cierto rango de libertad (que nunca lo es), por ejemplo, puedo salir a trabajar, pero poco a poco se comienzan a frenar las actividades. Vengo sintiendo esta frustración y con ella la necesidad de querer acabar con todo, con ellos, quiero decir. Exploro lo que ocurre, me frustro un poco, pero también imagino ciento cincuenta mil maneras de acabarlOs a todos, y no tengo más qué agregar, solo que las invito a no dejar de imaginar y planear la rebelión.

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