Por estos días, cada año vuelven a escucharse canciones que estuvieron de moda en 2005, son pop, ¿qué más? No lo pienso mucho, solo las empiezo a escuchar. Es que el 2 de agosto cumplo 15 años fuera del nido, del hogar materno. Salí a los 17 y por más que a veces pienso que eso un día lo olvidaré, sigue siendo un recordatorio amable en los lluviosos meses de julio. Sigue siendo eje de quién soy. Y sigue siendo un conteo de quince años de llamadas telefónicas pausadas, cortas, con conflictos y de nuevo largas y apacibles con Estrella, mi madre. Soy injusta con la pequeña Luisa aún menor de edad que vino a vivirse lejos de casa, no entiendo cómo lo hizo ni cómo lo logró, ni cómo no fue devorada por la heterosexualidad, un embarazo, un novio o lo que fuera, ¿cómo saliste de ahí, niñita?, si todo estaba dispuesto para que te volvieras una esposa. Yo creía a esa edad (y entrados los veinte) que una se consigue un novio y es el amor de su vida con quien te casas y tienes familia, así es de donde soy, así es lo que vi de niña. Me costó aprender con la experiencia que esos son cuentos de la opresión, ¿cómo le habrás hecho, Luisa de 17 para dejar de creer que cortándote las alas ibas a ser feliz? Pues bien hecho, eh, todo está bien en tu futuro, nadie se imagina lo que va a pasar quince años después.
