Sobre la maternidad

Las liberales opinan que se puede ser madre «empoderada», cargando a bebé en fular mientras sigues con los pendientes de las oficinas y los mercados, ante todo producir para el capitalismo de los hombres y al final te debe dar tiempo para hacer un panqué para tu esposo.

Las cuirs aseguran que ellas son «childfree» y que odian cualquier cosa relacionada con la maternidad y la chamaquiza, son las portavoces de las histerectomías y de la psiquiatrización, si lo piensan es lógico para quien está bajo la cultura de la muerte de los hombres decir estos disparates.

Yo como lesbofeminista pienso que no hay nada qué festejar en un mundo que nos prohibe sentir nuestras úteras paridoras a nuestros tiempos bajo nuestras reglas en nuestras utopías. También creo que hay que abolir la maternidad para los hombres, repito, dejar de parir hijas a los hombres y recuperarnos nosotras como comunidad, averiguar -las que lo quieran- cómo hacían nuestras ancestras para parir solo mujeres, porque ellas lo sabían, criar en grupos, comer de lo verde.

Pienso-siento que hay que volver a recuperar nuestras cuerpas y eso para mí pasa por volver a entender nuestras cuerpas como diosas, siempre lo digo, pero lo vuelvo a decir, ¿no les parece más allá de maravilloso que nuestros pulmones los haya creado una mujer en su útera, nuestros corazones, nuestros órganos? ¿a ustedas no las asombra que provengamos de mujeres, de sus cuerpos de diosas? tenemos que volver sobre nosotras, aprender sobre nuestras menstruaciones, sobre nuestros clítoris, sobre nuestra fuerza, las piernas, nuestras bocas, nuestros senos, las úteras, nuestras emociones, nuestra piel, nuestros huesos, nuestra historia. ¿Y saben cómo se empieza eso? Amando a nuestra propia madre.

Es fácil odiar a otra mujer, nos resulta muy sencillo, pero aquellas que puedan recuperar el lazo roto por una tontería, es tiempo de hacerlo, vamos, es tiempo, aquella mujer que conoces como madre es otra mujer como tú, tienes que volver atrás a mirarla como compañera, si la dejas de pensar como tu madre y la ves como una mujer, la historia cambia, toca hacerlo.

Aquellas que no han podido acercarse por la traición o violencia, es tiempo de empezar a sanar, lo que no significa si es que las circunstancias no han cambiado, soportar de nueva cuenta esa violencia, sino colocarla en su justa dimensión y avanzar nosotras, que esa misoginia se desactive y de paso al aprendizaje, que eso no impida amar de nueva cuenta a otras mujeres, recuperar la confianza, mirarte la historia rodeada de mujeres, porque ellas siempre estuvieron ahí aunque no fuera como tú querías, la hermana, la amiguita, la maestra, la vecina, la prima, la tía, la abuela… o muchas veces sí estuvieron como querías, pero no te has detenido a verles las caras y agradecerles.

Aquellas que no pudieran conocerla, que la vida ya las ha despedido, contar con todas sus letras su historia para que nadie olvide, para que tú no la olvides, comprenderse los poros como continuidad de esas mujeres que hoy ya no están, pero que su sabiduría y movimiento sigue con nosotras, estamos hechas de su fuerza que no para de andar, es eso lo que crea vienta, el agua de los pocos ríos que quedan, los cielos, las nubes, las estrellas, las plantas creciendo por doquier, ellas están ahí, más bien, aquí, en los latidos de nuestro corazón.

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