Perros

Sin querer, nos llenamos de perros. Mi madre adoptó a Max. Y nosotras, aquí, a Brutus y a Benito. Son perros de apoyo emocional, todos los días los abrazamos varias veces al día y caminamos con ellos mirando árboles. Se han vuelto más reactivos con el paso de los meses. Pero ya tampoco me molesta que me defiendan, la gente a la que le ladran también me suele caer mal. Si pudiera, yo también lanzaría una mordida a ese tipo que osó a caminar muy cerca de mí. Yo también defendería la puerta y aborrecería a ese perrito juguetón del piso 5 que se queda varias horas en nuestra entrada pidiendo jugar cuando no quiero jugar. Si pudiera, también ladraría al señor del agua que osa en gritar en mi ventana molestando esta santa paz del silencio. O a los hombres alcoholizados del piso 3 que siempre se están cayendo en la entrada, estorbando nuestro andar. Si yo pudiera, también ladraría junto a mis perros y amenazaría con mi hocico a todos los señores que andan por ahí, a los de las bicis que nos invaden nuestro carril de pisadas y a los de las motos que nos quieren atropellar. A veces creo que yo también ladro junto a mis perros, pero nadie lo ha notado aún.

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