Hace unos días fui con mis amigas a una pastelería, estaba esperando mi turno cuando una señora –de mi edad– muy efusiva pasó a hacernos plática sobre una vela con luces (?). Llega la señora pastelera y la atiende a ella aunque estaba detrás de mí, para entonces yo pensaba ¿por qué además de escandalosa se roba mi lugar? qué pesada. Mis amigas cuchicheaban y reían. Compré el pastel y nos fuimos. ¿Te diste cuenta que llegó a hacernos plática por ti? Ehm, no. Pero si hizo todo porque la voltearas a ver y no ocurrió. ¿A poco? yo solo pensaba que me había robado mi turno.
El otro día fui con mi madre a una tienda departamental, una jóvena comenzó a hacerme la plática, que si mis tatuajes, que si duelen, que si cómo me llamo. Recordé entonces la pastelería y me puse roja, así que contesté: «Soy mayor», pero insistía, «¿y tu mamá te dio permiso?», «¿y qué son?», y yo repetía: «Es que soy mayor, tengo 31», tipo para decirle, «amiga, no, para, soy mucho mayor que tú». Entonces nos despedimos y solo alcanzó a decir: «Es que no se notan», jaja, qué osa, mi mamá se alejó incómoda de la escena.
¿Que qué aprendí de esta década? Hace diez años me preguntaba cómo se conocían las lesbianas sin internet, hoy creo que las diosas lésbicas me ascendieron de grado, pero yo aún no sé qué hacer con eso, jajaja, y ustedas que aún andan preocupadas en que si soy lesbiana de verdad o que si no porque no «nací» así, que si me dejo el cabello largo, que si no, que si etcétera. No es cierto, o sea, sí es cierto, pero aprendí más cosas, solo que ahora me acordé de esas anécdotas decembrinas.
Feliz 2020 a todas, que haya mucha lesbiandad, mucha amora y sobre todo, muchas amigas