Hay sorbos de patriarcado en todo, quiero decir, para entender esto. Recién leía sobre la desestructuración de las terapias psiquiátricas de shock de los años cincuenta, las cuales se basaban básicamente en distorsionar la percepción sensorial porque descubrieron que así se podía conseguir el objetivo de borrar la memoria por lapsos, por lo que aspiraban a construir a alguien «desde cero». Por ejemplo, entre otras cosas, a una mujer le adormecían el cuerpo con inyecciones o la aislaban con cartón, para que no pudiera moverse ni tocarse, mientras la hacían escuchar por incluso meses, una grabación que rezaba: eres buena esposa, entre muchas otras formas de tortura.
¿Saben? Esa es nuestra historia.
Distorsionaron nuestra percepción sensorial corporal al punto en que no nos conocemos y buscaron así borrarnos nuestra historia mientras nos hacían escuchar: eres buena esposa, madre, hija, novia.
Tortura, eso es la heterosexualidad obligatoria.
Y como en sus experimentos, hay daño, pero no consiguieron borrarnos la memoria, no en su totalidad.
Entonces para trazar nuestra la libertad se requiere hacer nuestra la percepción sensorial, o sea, volver a nuestra cuerpa, saberla nuestra, y volcarnos a nuestra historia.
¿Saben? Eso lo dice siempre dice Itzel Tal, compañera lesbofeminista, recuperarnos atraviesa primero por la cuerpa para recuperar la memoria.
Justo eso.
¡Ya te entendí, Tal!
Pienso también en Susana, quien me decía que había que ser cautelosas porque hay un cuerpo adentro de mí que se siente a mí, pero no es mío, es el patriarcado, es la heterosexualidad, es el capitalismo.
Maravillosa maravillosidad volvernos a sentir, para recordar nuestra memoria.