Ni la prisa ni la urgencia son buenas consejeras. Con la prisa miramos nuestras narices. Con la urgencia no nos permitimos detener el paso. ¿A dónde vas? ¿Vas cumpliendo lo que urge? ¿Qué es lo que urge? ¿Cumplir con las cifras de las políticas neoliberales? ¿Vas corriendo a poner la cuerpa a lo que fue una medida clientelar para encubrir feminicidios pero que le han puesto de nombre “feminismo”? ¿Entregas tus noches a velar una estrategia partidista? ¿A dónde vas que vas tan de prisa y el mundo no cambia? ¿Vas a disfrazarte de muerte para reclamar justicia, pero lo que haces en adular a los asesinos? ¿A dónde vas, amora, que se te van las energías reuniendo unos centavos para que las maquinarias de nuestras cuerpas sigan andando al matadero? ¿A dónde vas, amora, aprendiendo el discurso de sus leyes mientras nos van desapareciendo una a una? ¿A dónde vas, amora, que animas a otras a inflar e inflar la cifra de mujeres domesticadas, empastilladas, hormonizadas que ya habían dispuesto que llenáramos? ¿Qué haces con este tiempo que ya no es tuyo y que no nos permite ver a donde vamos?
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