Algunas madrugadas viene una fantasma, se pone esmerosa a barrer con una escoba hecha de ramas, justo en mi ventana, afuera del departamento. De esas escobas le gustan a mis perros y las pescan en las calles, de la gente viva. Cuando mi hermana más chica llegó a vivir con nosotras me preguntó si yo también escuchaba a una señora que barría la calle a las 3 de la mañana. No sé cómo llegamos a la conclusión de que era una señora, pero por el son que baila, parece que es una mujer. «También la escucho», confirmé, «¿te asomaste?», cuestioné ansiosa de más información, «sí», dijo Camila, «pero no había nadie». Yo también me he asomado muchísimas veces y no veo a nadie. Hoy me tocó su visita a las tres treinta de la mañana y me desperté con su sonido tan escandaloso. Recordé cómo hemos tratado de desentrañar el misterio con mis amigas vecinas, en nuestras reuniones comiendo tostadas, y también aseguran que ninguna persona trabajadora llega a las tres, han visto, al igual que yo, que el personal de limpieza llega desde las seis o siete de la mañana en grupos, pero la fantasma no pasa por su zona, así que no tenemos más que mi narración, y ahora, la de mi hermana. Hoy tuve un poco más de miedo y no me asomé, cerré lo poquito que le faltaba a la ventana y como conjurando, el sonido se fue yendo lentamente, barriendo quién sabe a dónde.