Qué daño podría hacer si mi crusha es secreta y vive tan lejos de aquí. Si puedo escuchar su voz y trasladarme a donde está. No me interesa saberme correspondida porque no quiero, no puedo y no sé si me interesa estarlo. Podría seguir hablando con ella por días y noches, acelerar lo que la vida de por sí nos regaló. O podría no hacerlo y que sea mi crusha secreta por los meses venideros al ritmo que nos cante el azar. Aquella señora lesbiana de otras tierras, no sospecha del todo que me gusta, aunque quizá lo intuye en medio de nuestras conversaciones, la escucho responder y adivino que adivina, hasta se aventura a corresponder a su manera la emoción, pero no me interesa que sospeche cosas que no son porque es tan secreta mi atracción por ella que a veces se me olvida a mí, me pongo seria. Recuerdo que me gusta cuando vuelve su voz, se dispara mi imaginación a viajar a donde está, hasta aprovecho la visita para para pasear con las amigas en común, hola, amigas, qué gusto verlas por este sueño, después, como siempre, vuelvo a mí, a mi tiempo, a mi vida, porque estoy entera y completa, enorme y extendida de mí a mí.