Amigas: Nuestros ritmos

Es difícil eso de ponernos de acuerdo para saber amarnos en una frecuencia más o menos similar. Por ejemplo, con las amigas soy más bien distante y eso no significa que no las quiera, las amo con mis limitaciones, afortunadamente lo comprenden un buen día: me gusta mi espacio, disfruto que comamos juntas en casa y los WA me cuesta mucho contestarlos. Pero a veces han creído que no las quiero, que tengo la firme intención de alejarme, que no las valoro o que incluso tengo un plan secreto para no volverlas a ver. Hemos tenido que aclarar que las expectativas nos quedan largas y que esto es lo que hay. También me ha pasado al revés, que cuando ellas no están asumo que no me quieren, que soy insuficiente o que me han sustituido como cepillo de dientes. Es falso, pero nos ha dado tiempo de aclararlo. Pedimos tanto a las amigas y nos quedamos sin comprender sus dolores, sus deudas y sus problemas. Este año me tocó ir a un funeral demasiado delicado para mí, escribir un largo documento que me costó mucho emocionalmente y sacar adelante mi trabajo cotidiano para pagar mis deudas. La mayoría del tiempo estuve ausente, cabizbaja aunque trabajando y eso no lo tenía que acompañar nadie, después de todo eran mis dolores y mis secretos. Es que soy más que una amiga, soy una madeja de dudas, deudas y nervios, es que no podemos cosificar a las otras, tenemos que aprender a leer el tiempo, a ser pacientes, a amarnos en la tranquilidad de un puño de agua que se nos desvanece y tenemos que conseguir más para beberlo juntas. Tenemos que aprender a hacernos amigas y aprender a amarnos.

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