Te dijimos que con ellos no

La mujer anciana advierte a su nieta que en los hombres no debe confiar. Amorcita, te llenarán de halagos, declamarán poemas y te actuarán amor, lo que quieren es tu trabajo, exprimirte y dejarte hecha cenizas.
A pesar de las palabras de la mujer sabia, allá afuera, en el mundo patriarcal, la presión es grande, cada día de la vida, la pequeña nieta mientras crece comienza a dudar de la abuela, así que no importan todos los días que se esmeró para que la nieta lo aprendiera, una mañana soleada la nieta cae, cree en las palabras de los hombres, acude a los llamados del actor y termina por creerse también los versos que plagia cualquier hombre. Lo que encuentra es dolor, vida perdida, violencia, sueños que no vuelven a aparecer.
La abuela se entera un día, lejos y más tarde. Amorcita, ¿pero no te dije que no creyeras? ¿pero es que abuela acaso me estás responsabilizando de la violencia que viví?, reclama indignada la nieta tratando de poner toda la causa de su infelicidad en la pregunta impotente de su abuela. No, amorcita, contesta la abuela, no te responsabilizo, ellos lo hacen, yo solo quería protegerte, pero aún no sé cómo. La pequeña nieta ya es una mujer adulta y cuenta a las niñas pequeñas que andan por ahí, tiradas de panza en el suelo, en quién no pueden confiar, ¿lo lograrán?

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