Cuando los hombres nos violentan nos dejan una marca, en esa marca dice qué nos hicieron y cuánto daño infligieron, es información que dejan para otros hombres: «A esta niña la violé y nadie le creyó», esa marca es un aviso de lo que le pueden seguir haciendo, es una marca de la indefensión, de la culpa y del dolor. «A esta la violé siendo su profesor, pero no dijo nada porque creyó que ella se lo había buscado», insisto, es una marca de la indefensión, de la culpa y del dolor que pueden leer más hombres, es un aviso de tus límites, saben quién no dirá nada y quién podría defenderse.
Las mujeres también notamos la marca de las otras, pero las leemos de distinta forma, leemos «sexy», «femme fatal», «atrapahombres», «robanovios», «buscona», «trepadora», «mente abierta». Pensamos –llenas de misoginia– que es ella la que «provoca» al inocente hombre indefenso, o pensamos también que es una exitosa del mundo sexual y aspiramos a ser como ellas, pero estamos leyendo una marca del abuso que es un aviso para otros hombres, estamos viendo dolor –disfrazado de «decisión»– y estamos aspirando a estar en su lugar. No es que estemos exentas, es que el dolor ajeno parece apetecible porque así nos enseñaron en el patriarcado.
A todas las mujeres nos marcan desde chicas, nos dejan un código de barras del tipo de producto que somos y la forma como podemos ser consumidas. Pero la marca se vuelve invisible si la sanamos, quiero decir de forma tajante: si nos alesbianamos, solo si dejamos de culparnos del daño que los hombres nos hicieron, solo si sanamos a lado de otras mujeres pierden el rastro sobre nosotras, somos descartadas del almacén, productos en desuso, caminamos por las calles sin que nadie nos note, andamos con ropas fuera de moda, con los cabellos imposibles, con la calma de verano, aún así no sobra hombre quien quiera marcarte, ponerte un código de barras, tocarte, golpearte, gritarte, violarte, volverte al almacén…lo que no saben es que nosotras también fuimos marcándolos, a cada uno de ellos, absolutamente a todos, alertamos a otras para aprender a leer en sus frentes: violador y feminicida.