¿Envejecer juntas?

Siento que el tiempo está pasando muy rápido. Las mujeres que revisan mi salud tienen mi edad o incluso son más jóvenes. De joven siempre eran mujeres mayores, siempre un tutelaje al que no me acostumbré. En las oficinas ya es muy raro que me traten mal cuando acudo por un trámite. Y es poco probable que me sienta desubicada en un lugar. En esta fase del capitalismo, muchas mujeres en sus treintas y cuarentas ocupan lugares cotidianos en mi vida, podemos aparentemente hablarnos de igual a igual, prestarnos servicios profesionales, intercambiar consejos, pagar por oficios, hacernos trueque. Antes no era así, en mi juventud veinteañera la gente no me trataba nada bien, ni siquiera mis contemporáneas que quizá me temían por su lesbofobia, por mis rapados, o simplemente mi negativa a hacer amigas. Hoy me sonríen las mujeres, a casi ninguna le temo, me enamoro de todas con mayor facilidad, admiro a más mujeres todos los días, de todas las edades, pero también cada vez mayores. A veces me da miedo volver a ser como antes, temer a que me lastimen, cerrarme porque no sobra la que quiere algo de ti para sanarse un vacío y lastima queriendo o incluso sin querer. Apenas me comienzo a acostumbrar a que me traten bien alrededor, a platicar con más mujeres, a no cohibirme tanto si me siento más interesada por la conversación de alguna. Pero el tiempo pasa muy rápido y comenzaremos a ser viejas para el patriarcado, los servicios que nos prestamos serán actualizados en nombre de algo más patriarcal y seremos desechadas lentamente en la jerarquía capitalista: «esas ancianas que no saben nada». Mientras tanto hoy nos miramos y parece que sabemos mover al mundo entre nuestras palmas y en nuestras barrias. Nos aferramos a que esto continúe como si fuera eterno, para que en ese mundo al que vayamos, no haya posibilidad de que nadie nos deseche porque nos tendremos a nosotras.

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