Cuando digo que estoy enamorada de mis amigas, me refiero a las veces en que me encuentro sintiendo con ellas cosas similares a un subidón de emociones, me encuentro queriendo escucharlas, mirarlas otras vez a los ojos, hacernos pláticas de horas, como tantas veces que he desayunado con A., compartiéndonos los secretos del mundo en pequeños manjares que llegan a cenas. A veces ellas, mis amigas, se confunden también, por años creyeron que había andado con otra de mis amigas: F, juraron que se los había ocultado, pero nunca anduve con ella ni se me ocurrió que me gustaba en ese plano, ahora que lo dicen, tienen razón, parecíamos noviecitas andando a donde se nos ocurriera juntas, solo dábamos cauce a esa emoción de convivirnos solas. También me han preguntado si me gustaba D, tampoco la he pensado así alguna vez, pero sé que me fascina, probablemente pondría en mis cosas favoritas de todas las épocas: cantar y bailar con mi gran amiga D, ¡otra vez y otra vez! Yo solo digo «hay ondita» para decirles que son mis amigas pero que entre nosotras hay algo más que no se puede describir, hay ondita, tenemos ondita, siento ondita, las quiero ondita, también siento ondita con mis amigas con las que converso de esto, diría que con todas siento ondita, que nos gustamos para ser amigas, que las extraño con ondita, que las quiero ver con ondita, esa ondita con ritmo a atracción de ser amigas y estar enamoradas.