Crearte tu corazón

Todas estamos de acuerdo en que las mujeres podemos abortar porque es nuestro cuerpo, nuestra energía, nuestros nutrientes, nuestros sueños, nuestro tiempo. Es decir, un embrión no existe independiente a una mujer sino que depende de su cuerpo, no es el cuerpo del embrión o embriona un ente autónomo, sino que es creación del cuerpo de la mujer donde crece, de ahí la famosa consigna: «mi cuerpo, mi decisión». Es urgente hacer esos préstamos de consignas a las narrativas de embarazo. En las narrativas de embarazo, el embrión tiene su propia fuerza y crece solo, como un ser autónomo que flota en el universo, casi como si fuese «un hijo de dios», como si tuviese un reloj pre-existente de desarollo que usa a su madre solo como incubadora. Ahí no son tan populares los análisis feministas, por eso cuando queremos hablar de embarazo muchas feministas empezamos a sentirnos en terrenos religiosos o antiderechos, pero es porque no nos hemos dado cuenta de lo obvio. Es urgente hacernos conscientes de que un embrión o una embriona no crece por generación espontánea, una mujer la crea. No es que la embriona tenga una fuerza independiente con un desarrollo autónomo, es que una mujer le crea sus pulmones, su cráneo, su cerebro, su columna vertebral, sus ovarios, sus óvulos. Habrá que decir lo evidente: Una mujer crea a otra mujer, la confecciona como solo una diosa puede hacerlo, cada neurona que tenemos fue creada por nuestra madre, cada pedacito de piel, cada órgano, cada óvulo. Una mujer crea a otra mujer, como solo una diosa puede crear a otra diosa porque al crearla le comparte su capacidad de crear.

Deja una respuesta