Hemos sido víctimas de los hombres. No hay duda alguna. Tampoco nos inmoviliza esa afirmación. Es justa. La violación y el feminicidio nunca son co-responsabilidad nuestra. Ellos son los feminicidas. Ellos son los violadores. Tú no provocas violaciones ni feminicidios, tampoco los buscas internamente, ni hay algo en ti que lo desea. Sobra decir que pensar eso es misógino, es decir, una treta de los hombres para deslindarse de su violencia y que aprendimos bien.
Pero hay otra afirmación innegable, no solo somos víctimas: Somos creadoras. Esto también es verdad. Lo que hicieron con nosotras no somos todo lo que somos. Somos, en cambio, imaginación, somos vuelo, somos risas, somos creación, somos fuerza, somos rabia, somos alegría, somos sanación. O sea, hemos sido víctimas y hemos sido creadoras, somos ambas cosas.
Para ser creadoras se requiere saber que te quieren volver víctima de su violencia o que lo has sido, despojarte de la culpa, mirar hacia la salida, cuidarte, no dejarte convencer, no dejarte engañar, cuidarte mucho de no caer en el camino que trazaron para ti, arroparte de la creación e invención, del amor entre mujeres. No puedes arroparte de la invención y creación, del amor entre mujeres, sin mirar a la salida de la opresión, porque si lo has haces sin mirar, terminas regresando al mismo punto de adulación a ellos.
Si aceptáramos que lo que nos hicieron es nuestra culpa, viviríamos atadas a pensar que no hay un sistema contra nosotras, que los feminicidios se pueden arreglar educando hombres o que cualquier terapia de autoestima sirve para que dejen de existir mujeres violentadas. No sirve eso, habrá mujeres violentadas si hay hombres, por eso los hombres tienen que dejar de existir, porque son ellos quienes inventaron el patriarcado. Y no es autoestima individual y capitalista lo que tenemos que conseguir, es recuperar nuestro continuo lésbico y materno: el amor entre mujeres.