Hace muchos años aborté. No recuerdo con exactitud qué edad tenía porque me cuesta ubicar si fue en 2009 o 2008. Estuve enamorada de ese hombre, un joven de mi edad, quizá dos años ¿tres? mayor que yo. Digo enamorada para decir que entonces no sabía que lo que me atrapaba era erotizar el maltrato en el régimen heterosexual. Lo primero que dijo fue que no mantendría a nadie, que debía abortar y me llevaría obligada. No –reí– yo iré porque estoy convencida de que debe ocurrir así: tengo planes, vida, sueños. La vida pasó rápida esos días y lenta otros tantos. Recién vi esos perfiles que sugiere FB y apareció él. Está viviendo en otro país, en Europa, ¿será un intercambio, un posgrado, una estancia? Da igual. Me pregunto qué habría pasado para mí de no haber abortado y respondo mil cosas, un divorcio, otro esposo, un hijo. Pero aborté, la vida me cambió para bien. Me pregunto qué habría pasado en su vida, la de él, si no hubiera abortado, y la respuesta es la misma, estaría en ese mismo país, haciendo lo mismo, porque la vida de los hombres no se altera por los embarazos de las mujeres, incluso si aportan unos pesos. Me pregunto qué habría pasado si ninguna de las mujeres jóvenes que abortamos a su lado hubiera abortado, y la respuesta es la misma, él estaría exactamente donde está ahora, eso es el patriarcado, pero a nosotras se nos habría complicado la vida un poco más, según la vida que cada una lleva.
