Leer y conocer teoría es importante, pero no más importante que saber escuchar y reconocer a las mujeres que nos antecedieron, en casa, en la calle, en nuestros barrios, esas de las que muchas se avergüenzan por no ser “ilustradas”, por no ser “iluminadas”, por no ser lo suficientemente blancas ni doctas en términos patriarcales de una jerarquía de universidad. De esas mujeres, de sus consejos, de su sabiduría, de sus conocimientos, de su amor, de su fortaleza, de sus enseñanzas para seguir vivas, de su ética máxima de animar a otras a no depender de hombres, de su amor inmenso para enseñar a cuidar cada una su cuerpa, es que viene la radicalidad, no hay otro sitio.
