Como en aquella película famosa, una vez escuché a mis tías decir que una mañana se habían despertado y se enteraron de su adultez. Mamá confirmó y yo seguí jugando cerca para escuchar su plática. ¿O sea que un día te despiertas y te das cuenta que los años pasaron sin saber a donde fueron? Tuve miedo, ellas se habían levantado un día cualquiera y ya tenían hijos e hijas: «Un día estás haciendo tarea en la secundaria y al otro tienes un marido qué atender y no sabes cómo pasó». A partir de entonces se volvió una pesadilla, de niña me despertaba asustada porque en el sueño había un joven que quería casarse conmigo y yo no sabía cómo eso era posible si yo tenía diez años. A los veinte me volvió a pasar, en el sueño estaba en casa de un amigo y ahí estaba él siendo mi marido, había una niña y un niño que me llamaban mamá mientras se subían a la cama a pedirme desayuno. Veloz, le dejé de hablar sin mayor alarma. Luego comenzó a pasar la sensación de los años perdidos. He despertado muchos días sin saber cómo llegué aquí, pero ahora estoy protegida por la lesbiandad. A veces despierto sin entender cómo es que dejé de tener 8. Cuándo deje de tener 21 y me entra un vértigo. ¿Hice yo esto o aquello? ¿Cómo logré hacer esa mudanza que no podía pagar? ¿Logré acabar la tarea del quinto semestre? ¿Aprendí a hacer ese trámite? ¿Me atreví a hacer aquello? ¿Cuándo dejé de tener miedo a decir lo que pensaba? ¿Yo? Y me cuesta calzar a esa mujer que se ve potente y segura porque no soy, me visto de su ropa, me siento frente a su compu y tengo su trabajo, me gustan sus tenis, el color de sus cortinas, la practicidad de sus cangureras, su club de amigas. No me agrada su descuido e improvisación en algunas cosas de su hogar y descubro que le cuesta tirar cosas inservibles, me atreví a tirar sus tiliches y objetos de otras vidas recién ayer. Me preocupa tanta maceta sin plantas y su exceso de sillas en su salita. Espero arreglárselo en cuanto pueda, deshacerse de las macetas o llenarlas de plantas de bajo mantenimiento. Sospecho que come más pan dulce del que su cuerpo puede soportar por su colección de bolsas de panadería y que no atiende sus horas de descanso. Esto último no puedo solucionarlo, vive en el capitalismo como yo. Me acomodo en ella hasta olvidar que no era yo y la siento tan mía, a pesar de todo, me gusta su vida y temo que alguiena un día descubra que esa mujer quien me dejó vida, gustos, amigas, hermanas, madre, novia, espacios, ritos, cielos, en realidad no soy yo. Debe ser el síndrome de la impostora llevado a su extremo, pero me gusta esta mujer que lleva mi mismo nombre, mi misma cuerpa, mis mismas entrañas y se siente a mí. No sé qué va a pasar el día que venga a ocupar sus cosas y me descubra, por momentos la imagino frente a mí y estar orgullosa de esta impostora, es que quién más que yo la podría suplir, soy su mejor opción.