En el curso Análisis del patriarcado, abordamos al menos cinco diferentes hipótesis de la creación de la división sexual que oprime a las mujeres, tres de mujeres blancas y dos hipótesis de mujeres de la Abya Yala. Son diez semanas leyendo cómo los hombres dispusieron sobre nosotras, las que nacemos con vulva y podemos parir, que seríamos su objeto de uso, consumo y venta, y cómo sobre esto crearon su organización económica hasta llegar al capitalismo. En ningún momento se puede leer que la opresión es una «identidad» o que se trata de «enunciaciones», leemos con evidencia que la opresión de ser mujeres requiere haber nacido con vulva, por el orden que ellos crearon, y que sobre nuestra cuerpa sexuada de mujer ha habido violaciones, embarazos, explotación y feminicidios, que esto es lo que hace que la maquinaria capitalista funcione y acumule riqueza. También hablamos de cómo somos también la resistencia milenaria, la rebelión más larga del planeta, de cómo no nos hemos mantenido obedientes y de la fuerza de dónde provenimos. De cómo en estas tierras de la Abya Yala hay evidencia de ginosociedades y de cómo, como teorizaron las comunitarias, hubo un entronque patriarcal en la colonización. No se lee en ninguna parte que la historia de las mujeres es la historia de los hombres con vestido, en cambio, leemos cómo desde hace siglos, sino es que miles de años, los hombres han usado la estrategia de vestirse de mujeres, o vestir nuestra piel, luego de desollarnos, para hacerse pasar por nosotras. No importa cuánto leamos y debatamos, pasadas varias semanas, siempre hay alguna compañera lo suficientemente confundida que afirma que la opresión es una «identidad» que se puede «elegir», que no entiende por qué hay «transfobia» en el feminismo y que los señores con vestido son «mujeres». No crean que me asusto, sé en qué tiempo y contexto vivo, estoy acostumbrada aunque me duela la esperanza. Las demás se muestran consternadas, pasaron semanas de debates donde parecía claro y comienzan a desesperarse con la compañera. Pero hay que ser pacientes, suelo preguntar como quien pregunta el color del cielo: ¿hasta este momento tú leíste que la historia que hemos ido analizando se tratara de elegir una identidad? ¿Acaso no hablamos sobradamente de violaciones y feminicidios sobre esta cuerpa? ¿Acaso no hablamos de la opresión de nuestras abuelas, de sus embarazos forzados, de las violaciones? A veces las compañeras parece que hacen un corto circuito y rectifican, otras veces les cuesta más. No es cierto que leyendo se va el pensamiento misógino, compruebo cada generación, lo tenemos hasta el tuétano. Muchas veces les doy el beneficio de la duda. Ok, bien, le digo, supongamos que ser mujer es algo que se puede elegir como atuendo, eso implica que dejar de ser mujer implicaría la facilidad de abandonar esta identidad, ¿saldrías en este momento con un megáfono a decirle a todas las mujeres: mujeres, siéntanse otra cosa, elijan otro género o quítense su género, para dejar de ser mujeres y que no nos maten, para que no nos violen, para que deje de existir la explotación? Aguardo un espacio. ¿Verdad que no es la solución? Esto es así porque la opresión está en nuestra cuerpa que ellos clasificaron como objeto, esta cuerpa con vulva. La solución no está con ellos ni cambiando la ropa, la rebelión se hace continuando con la lucha de nuestras ancestras, entre las que vivimos en esta cuerpa, desde la creación entre mujeres. Luego la suelto. Para muchas pasarán años para comprenderlo, han leído sin leer, han analizado sin quitarse la mirada de los hombres, pero para la gran mayoría, los saberes ancestrales de las mujeres de su ginealogía se comienzan a vislumbrar como secretos que deben ser descubiertos con urgencia. Para las que andamos coincidiendo, que la creación siga siendo nuestra alegría. Para las que falta que lo aterricen en su vida misma, esperamos encontrarnos un día.