Estoy convencida de que las mujeres podríamos desmantelar y luego quemar el sistema patriarcal sin dejar rastros, pero no nos hemos dado cuenta, solemos creer que ellos vencieron, con sus guerras, instituciones, armas, leyes, partidos, academia, mercado, oenegés, después de todo nos están asesinando, ¿cómo poder desmantelar y quemar esto si hoy ellos apuñalan a mujeres en vía pública sin vergüenza, miedo y en impunidad?
Las más creyentes del sistema, cual iglesia, se suben al estrado a proponer políticas públicas y nuevos partidos políticos, son trabajadoras del propio poder patriarcal, de todos los hombres que lo conforman, hasta dicen que el sistema no existe, que es un monstruo que nosotras nos inventamos por ser tontas, ya ven que «eres pobre porque quieres», «el patriarcado está en sus mentes», «hay gente buena y gente mala», están tan vendidas que podrían decir cualquier disparate más.
Nosotras, en cambio, nos vamos mirando de reojo, somos desconfiadas porque sabemos que tejer relaciones entre mujeres es tan delicado como importante para seguir vivas; con todo y sospechas, nos juntamos, nos amamos, nos hacemos amigas y amoras. Nos sentimos pocas, parece que hay un ataque zombie allá afuera, todo mundo baila junto a hombres con vestido, con bufandas de plumas de colores y defienden redes de proxenetas, ¡qué desolador!
Pero allá nos dibujan como una real amenaza, a veces reímos, seguro nos quieren voltear la jugada, dibujarse como víctimas, ya saben, a los hombres les encanta hacerse las víctimas, pero otras veces, pienso: ¿y si no estamos viendo lo mucho que esto se incendió en tan poco tiempo? ¿lo mucho que somos nosotras?
Claro, yo sé, ustedas saben, hay tanta «feminista» repitiendo que ama al Estado feminicida, adorando la legalidad que nunca nos ha dado nada, recitando a Butler, yo sé, eso descorazona, eso se siente a que nunca podremos hacer nada para acabar con todo, parece que se fortalece siempre más y más, pero ¿y nosotras mismas? ¿y las mujeres que lo queman todo buscando a hijas, madres, hermanas? ¿y las que no dejan de hablar de estas cuerpas?
Quizá somos presas de las inseguridades de la feminidad, como cuando te fijabas, de pequeña, en la compañerita que hablaba mal de ti en lugar de mirar a todas tus amigas. O como cuando las mujeres que creen de sí mismas que son heterosexuales se ponen a llorar diciendo que nadie las quiere, pero están rodeadas de mujeres que la aman, estamos mirando preocupadas por lo que dicen los hombres, con sus vallas y discursos, y con esto no quiero decir que no los enfrentemos hasta acabarlos, solo digo que no hay que seguir centradas en ellos incluso mientras los derribamos, por eso es indispensable cuestionarse la heterosexualidad como régimen.
Por último, quiero decir que la esperanza a borbotones es peligrosa también, de eso está hecho el pensamiento posmoderno, te dicen que con la bufanda de lentejuelas ya cambió el sistema, juegan a las salidas instantáneas y burdas, nosotras no podríamos repetir algo así, ponerte la capucha negra no desmantela por sí sola nada, pero es el inicio de un incendio que está ocurriendo y aún va a incendiar más, porque somos mucho más de lo que ahora alcanzamos a ver. Tal vez, en una de esas, sí alcanzamos a mirar cómo esto se acaba y no sea algo que debamos esperar a que vean nuestras nietas.